jueves, 29 de mayo de 2008

Una lucha compleja se libra en el campo de la Sociedad de la Información

Los usuarios quieren contenidos gratis, o casi gratis; los autores quieren el poder de controlar cómo y quién va a explotar su obra, pues sino, alegan, no tendrían incentivos para crear, ya que no podrían vivir de ello. La batalla entre los micropoderes emergentes y los macropoderes tradicionales está servida.

A lo largo de la Historia, las legislaciones han tratado siempre de regular lo que se denomina la propiedad intelectual o los derechos de autor. Sin embargo, no siempre ha sido fácil. En la actualidad, hay quién piensa que es más difícil, por no decir imposible, controlar la explotación de los contenidos en Internet. No obstante, por otro lado, hay quién hace una observación, y es que las nuevas tecnologías ofrecen mecanismos antes inexistentes para poner trabas a las descargas o copias gratuitas de contenidos. Esto es cierto, pero también lo es que estos mecanismos no suponen a los usuarios el impedimento de acceder a determinados contenidos por otros medios. Es el caso de los sistemas digitales de gestión de derechos, DRM, que te impiden grabar un DVD original, sí, pero no te impiden que te descargues la película que contenía ese DVD de programas como el Ares o el E-mule.

Internet ha dado lugar a lo que se conoce como “La Era del Acceso”, y esto, a nivel cultural, ha tenido resultados muy positivos, ya que ha permitido a mucha gente acceder a ámbitos culturales que de otra forma, quizás, no habría podido hacerlo por carecer de medios o de dinero suficiente para pagar por toda la cantidad ingente de información a la que puede acceder de forma gratuita en la Red.

Es en cierto modo entendible que los autores de los productos culturales reivindiquen sus méritos y quieran por su trabajo una compensación, pero lo que no es tan entendible es que, al final, en un espacio libre donde circula gran cantidad de cultura musical, cinematográfica o literaria tal y como habían soñado hace décadas Vannevar Bush o Theodor Nelson, acaben dominando los intereses empresariales, según los cuales los beneficios priman sobre la difusión cultural.

En relación al canon en los soportes no es justo. ¿Hasta que punto ese aumento de precio que tu pagas por un soporte de DVD va a llegar al autor de la obra? Al menos aparentemente, suena dudoso.

Hay que encontrar, sin duda, un término medio. Un punto en el que la ley controle, pero no plague de trabas el espacio más libre con el que contamos en la actualidad. Un punto que compense a los autores por sus creaciones, pero que no impida a los usuarios que no pueden pagar todos los cedés de música o todos los libros que les gustaría acceder a ellos. Un punto en el que no se olvide que el que la cultura llegue a la mayor cantidad de gente posible nunca será negativo y que eso es, en cierto modo, lo que ahora ofrece la Red. Un punto en el que el Estado luche contra la piratería ilegal y trate de no dejar desamparados por completo a los autores, pero tampoco restrinja la difusión de sus obras.

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